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domingo, 4 de mayo de 2014

Prosapia de un imbécil.


"Cuántas veces al tropezar en estos años con el espíritu cerril de tanta capillita, a que los españoles son tan dados, se ha puesto de manifiesto el vacío que Víctor Pradera nos ha dejado! iQué grandioso paladín de la unidad de la Patria hemos perdido! iQué fruto no hubiera dado a nuestra causa su espíritu batallador, al servicio de una poderosa inteligencia, él, que tanto peleó por la unidad en los tiempos y ambientes más adversos!"

Prólogo de Francisco Franco a las “Obras Completas” de Víctor Pradera (1945)

Víctor Pradera, que fue tal vez el líder más carismático del movimiento tradicionalista, partidario de las tesis de Juan Vázquez de Mella, al que siguió en la escisión del Carlismo que lideró éste para fundar el integrista Partido Católico Tradicionalista, y, desde luego, su intelectual más destacado, concretaba con exactitud en su obra “El Estado Nuevo” el pensamiento político de esa formación que, partiendo del desmontaje sistemático del pensamiento roussoniano, ofrecía una antítesis del mismo que serviría como alternativa “salvadora” al sistema liberal.                                                 

La subida al poder del fascismo italiano fue contemplada con alegría por estos carlistas. En su opinión, ante la amenaza de la revolución, el fascismo era la legítima respuesta violenta de la sociedad.

Cuando José Antonio Primo de Rivera pronunció su célebre discurso fundacional en el Teatro de la Comedia de Madrid, Pradera escribió un artículo memorable en el que reconocía las razones del fundador de la Falange, señalando que estas no representaban los intereses de aquel grupo concreto, sino que eran patrimonio de “la verdad española”. En definitiva, apoyaba así con simpatía el nacimiento de Falange Española.  

Esto, por un lado.

Y por otro, el periodista tinerfeño Manuel Delgado Barreto, director del efímero semanario “El Fascio” (un solo número), y antiguo miembro de la Unión Patriótica, fue quien puso en relación a José Antonio con los grupos jonsistas de Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo, y con el grupo intelectual de los Ernesto Giménez Caballero, Juan Aparicio y Rafael Sánchez Mazas, todos los cuales formaron el consejo editorial de aquella publicación.

Al escritor Sánchez Mazas nos lo volveremos a encontrar proponiendo a José Antonio Primo de Rivera como Jefe Nacional del Movimiento de FE y de las JONS, en su primer Consejo Nacional, en septiembre de 1934.

A ambos personajes, Pradera y Sánchez Mazas, los fusilaron los rojos, aunque solo uno de ellos murió.

“La batalla de Salamina” es una novela que relata de forma poética la milagrosa salvación del dirigente falangista que, posteriormente a la guerra, fue uno de los inspiradores de los contenidos de los libros de la educación para la ciudadanía, que ellos llamaban pomposamente “Formación del Espíritu Nacional”, con los que intentaron sin demasiado éxito lavarnos la mollera a los adolescentes de los años cincuenta.

A Víctor Pradera,  el 18 de julio de 1949, Su Excelencia el Jefe del Estado, Caudillo Francisco Franco, le hizo merced del título de Conde de Pradera, por sus méritos como “figura relevante de la Tradición”.

Aparte de las simpáticas aficiones comunes de ambos sujetos, descritas más arriba, estos compartieron otra vinculación, familiar esta, que confluyó en un personajillo actual, criatura mestiza de estúpido cantamañanas y vil canalla de guardarropía, llamado Máximo Pradera Sánchez.

El mencionado pelagatos mediático, es bisnieto de Pradera y nieto de Sánchez Mazas; un auténtico prodigio de densidad de ADN ideológico, en términos de unidad de destino en lo universal.

Pero no queda ahí la historia. Qué va.

El papa del niño Máximo no fue otro que Javier Pradera, uno de los más genuinos representantes del pensamiento marxista post-moderno desde los años sesenta, que acompañó, entre otros, al ex–falangista Juan Luis Cebrián cuando, tras dirigir este los servicios “formativos” de la TVE durante la agonía de Su Excremencia y el gobierno de Arias, los promotores de aquel esperanzador diario que fue “El País”, no encontraron, al parecer, a nadie más adecuado para hacerse cargo de su dirección.

Javier Pradera se encargó de la checa ideológica del diario, dejando entre sus subordinados el recuerdo imborrable de su ”tolerancia”.

La progresista actitud de Javier durante sus años universitarios, no era nada extravagante entre los niños bien del Régimen. De hecho, en aquella universidad no había más que niños bien. Y, al igual que los grupos musicales para quinceañeros salen siempre, desde los años de su aparición, del Barrio Salamanca o de La Moraleja, los “chicos progres” tenían el mismo origen.

Nadie debe deducir que sugiero el tedio social de esas abnegadas familias franquistas, como causa desencadenante de ambos fenómenos. No creo.

El hecho es que entre los compañeros de generación del papa de Máximo, destacaron algunos por poseer una mezcla de pedigree, medios, y tal vez talento, y esos atributos los hicieron agruparse en torno a las ideas que una intelectualidad internacional, joven y en busca de su lugar en el sol, hacían llegar a España a través de los eficaces canales desbordantes del agit-prop comunista de la guerra fría y, porqué no, de los viajes que estos privilegiados podían permitirse.

Javier Pradera se casó con una hija de Rafael Sánchez Mazas. Ya se sabe, las familias que rezan juntas, van al Club de Campo juntas, y veranean en S.Sebastián juntas, suelen  estrechar vínculos familiares juntas.

Por su parte, la descendencia de Rafael Sánchez Mazas no desmerecía en absoluto de la de Pradera, en términos de liderazgo estudiantil. De ella surgieron los fabulosos Sánchez Ferlosio. Todos oye…Ni uno tonto. Literatos, filósofos y hasta un cantautor contestatario.

La lógica social del franquismo se desarrollaba como un rigor germánico. Es realmente sorprendente como, por un azar maravilloso, los hijos de los promotores del sistema se convertían, a su vez, en referencias de su generación, sin que por supuesto la historia de sus familias tuviese nada que ver en el asunto. Qué va… Puros genes. Un extraño sortilegio histórico.

Claro que en aquel momento todos y todas ellos compartían una sincera e intensa, aunque escasamente peligrosa, oposición al régimen construido por sus papas. Todos de izquierdas. Incluso alguno con carnet del Partido.

Yamentiendes…, preparando el futuro.

Yo, lo tuve claro desde hace muchísimos años, cuando al hermano pequeño de un íntimo amigo y vecino de la calle Uría de Oviedo, perteneciente a un clásico clan ovetense con ramificaciones en la aristocracia agraria, bancaria, industrial y universitaria, le descubrieron que se había hecho cargo de la secretaria regional del MC. El Movimiento Comunista era un partido surgido de la escisión de la ETA quinta Asamblea.

Siempre ha sido para mí algo fascinante ese prodigioso instinto de conservación que posee el poder, el cual estoy convencido que procede de un fenómeno más ontológico que voluntario. Es la causa que producen el síndrome de la carrera segura. O sea, apostar a todos los caballos del cajón de salida. Desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. No falla.

Lo malo es que a veces ocurren cosas no previstas o quizás el instinto se ha distraído un momento, y aparece un ser cuyo desarrollo cerebral se produce a bajo régimen, y su casta se encuentra entonces en una incómoda posición. Los lameculos de sus padres se esfuerzan por allanarle el camino, los oportunistas lo aúpan infructuosamente, y los recursos de “casa” no paran de recordar viejos favores o deudas mal pagadas a sus paniaguados. Pero nada.

El designado heredero de liderazgos garantizados, ha resultado un producto de gama baja. Patoso, torpe, estúpido y probablemente holgazán, se deja influenciar por discursos que no entiende y, en estas, mete la pata hasta el corvejón.

En un patético intento de notoriedad, y haciéndose eco de una de las vilezas más sangrantes de la actualidad periodística, como es el intento de aniquilación de uno de los escasos profesionales del periodismo que ejerce su oficio con dignidad y valentía, Hermann Tersch, esta perla malaya ha perpetrado la gran cagada.

Al igual que los SA de los años treinta señalaban las casas de los judíos para ulteriores operaciones de limpieza, este pobre payaso de Máximo se ha retratado ante la puerta del domicilio de Tersch haciendo un saludo fascista, que recuerda mucho a las fotos amarillentas de sus directos progenitores. Y lo ha colgado en Twitter.

Suponiendo este portento, me imagino, que eso hará regodearse mucho a los mangantes a los que el chico rico paga los cubalibres en el barrio de Chueca, para que le rían las gracias.

No tengo muy claro si son mayores mis deseos de escribir esto que estáis leyendo, o los de darle dos hostias.