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viernes, 21 de octubre de 2011

No news, good news!

Bonita semana de noticias que llevamos. Bueno, en realidad, noticias… lo que se dice noticias –en el sentido que este término tenía hasta hace unos años- no ha habido ninguna.

Me explicaré. Ha habido tres grandes titulares. Cronológicamente: 1º) el canje de un montón asesinos por un secuestrado en Israel/Franja de Gaza. 2º) El anuncio-bazofia de nuestros asesinos del norte, anunciando que se va acercando el momento en el que se harán con el poder, según el plan acordado con los progres. 3º) El festín antropofágico de caimán linchado que se han pegado la otra banda de asesinos islámicos. Los indignados de Libia.

Y llegados a este punto, deberíamos reflexionar sobre la curiosa deriva que va adquiriendo la relación entre el titular y el texto en el nuevo periodismo.

Cuando yo trabajaba en ese otrora soberbio oficio del periodismo, había un tipo en la sala de redacción que se ocupaba de redactar los titulares. Era generalmente uno de los mejores redactores y un hombre de plena confianza del director, ya que su función era una parte esencial en la identidad del medio. El estilo de los titulares denotaba la categoría profesional del mismo, además de exponer sutilmente su tenor ideológico. Algunos de esos titulares eran auténticas joyas del lenguaje. Alguien debería hacer una antología.

Un lector de periódicos, hablo de uno de los de verdad, recorría entonces de un vistazo las secciones, leyendo únicamente los titulares. En unos escasos minutos había adquirido una matizada síntesis de su contenido total, reservando el placer de la lectura del los textos para el momento adecuado. Ese singular momento cada cual lo situaba según unas sagradas reglas muy particulares: bien mientras comía en solitario, apoyándolo en la frasca del vino ; o a la hora del café en compañía de otros lectores y salpicando la lectura con jugosos comentarios; tal vez en la íntima soledad del WC; iniciando la senda del sueño - variante siesta o variante nocturna- etc. etc.

Naturalmente, aun siendo indispensable, el titular era un atributo del texto. Formaban un todo, es cierto, tanto lo urgente del titular como lo sosegado del texto. Pero lo esencial, la razón última del un medio de comunicación, era literaria, era el texto. El titular era la emoción de efecto inmediato, eléctrico, y el texto la reflexión y el estilo. Pero las emociones a las que apela el titular siempre deambulan por la estrecha senda que separa lo interesante de lo sensacional. Por eso siempre ha habido buenos y malos periódicos.

En los malos, en aquellos de titulares compuestos en cuerpos por encima de cien puntos, empezó todo. Una afirmación sensacional y difícil de creer lo es menos a medida que aumenta la masa negra de las letras. Pones, “el mundo se acabará el próximo miércoles” en una tipografía elegante como la Times y en un cuerpo de 10,5 puntos y no te hace caso ni el Tato. Lo compones en una Block que es una tipografía alemana clásica -en la que los nazis escribían sus papeles apestosos, por cierto- gruesa y pétrea, y lo haces además en un cuerpo 170 y se agotarán los condones por aquello de morir pasándoselo de miedo. Nunca mejor dicho.

¿Qué está ocurriendo actualmente entre el titular y el texto? Pues a mí me parece sencillo de explicar. Se han invertido los papeles. Una vez que los lectores comenzaron a metamorfosearse en espectadores, la capacidad de sugestión de la imagen, por un lado extraordinariamente interesante por la complejidad de los mecanismos de su percepción, pero por otro extremadamente peligrosa para el ejercicio de la reflexión por su carácter fuertemente emotivo, han transformado a la parte más emotiva del tándem titular/texto, es decir al titular, en nuevo protagonista del hecho comunicativo. La reflexión esta siendo derrotada por goleada por la emoción. Vamos perdiendo el partido.

Ya, ya sé, falta mucho hasta el pitido final, pero uno juega los minutos que le dan, oye…

Y aquí llegan los ejemplos de hoy. El gobierno de Israel acuerda con la asociación de terroristas llamada Hamás, el canje del soldado Gilad Shalit por 1207 asesinos condenados por matar a centenares de inocentes. ¿Cual es la noticia? Era evidente que Israel tenía que conseguir traer a casa a un soldado que simbolizaba a todo el pueblo judío, hoy en día, y que no se encontraba prisionero en manos de un enemigo militar como consecuencia de una guerra. Había sido secuestrado por una banda de criminales y permaneció privado de todo contacto con los suyos o con instituciones que se ocupan de los prisioneros como Cruz Roja, Amnisty International, Human Rigths Wacht etc etc. durante cinco años.

¿Cuánto tiempo llevaba Israel detrás de este canje? Años. ¿Porqué lo han llevado a cabo ahora precisamente? Seguramente se lo sirvió en bandeja Abbas con su desinflado viaje de propaganda a la ONU. A Hamás se le ofrecía una oportunidad de oro para coger a su rival de la Mutaka con los pantalones bajados. E Israel lo sabía tan bien como ellos. Total, todos ganan. Cada cual en su terreno.

Insisto, no hay noticia. Todo sigue igual. Tal vez lo que sí podríamos hacer es reflexionar sobre lo que Adam Smith llamó valor de cambio. En este caso, 1 soldado contra 1207 asesinos; lo cual no hace más que poner en evidencia lo que vale para cada contendiente uno de los suyos. ¿Cambiaría por casualidad Hamas o Fatah a uno de sus condenados en las cárceles israelíes, contra 1027 secuestrados judíos? ¡El día que los pájaros mamen!

Pero todo dios se ha pasado una semana comentando una NO NOTICIA.

Otro titular que todavía culebrea por las primeras de toda la prensa es el anuncio-bazofia de los héroes esos del norte. ¡Pero hombre si la secuencia lleva anunciada una eternidad! Primero, por parte del gobierno y sus palanganeros judiciales, cesión de legalidad para las chicas esas tan monas y los de la mosca de pelos debajo de la boca, que ellos aprovechan, como estaba previsto, para sentarse en los terciopelos de las poltronas de los gobiernos municipales, instituciones forales, etc.

Segundo, montarles a los abertzales una pitanza en el choco del Palacio de Ayete, -sí, sí, donde se reunía Franco con sus excrementos por el verano, je, je…- para que unos cuantos donnadie consigan algo de notoriedad y unas propinas, y todo porque tienen entrada en esa prensa extranjera que sigue creyendo que en España la sombra del Galápago sigue saliendo las noches de luna llena del Pardo para matar de nuevo a algún García Lorca vasco.

Tercero, que los picapiedras estos paguen prenda a su compinche del gobierno central, regalándoles una nada con sifón en forma de discurso hortera y trasnochado que no les compromete a nada, para que los Jaureguis de turno puedan darse montones de palmadas en la espalda unos a otros, como si se hubiesen contado un chiste malo. Y lo mejor es que sí se lo han contado: “los tronzatroncos abandonan definitivamente la famosa lucha armada” ¡Que descojono, oye!

Fijaros si es poco noticia que ya sabemos cual va a ser el siguiente titular: “Los partidos abertzales legalizados ganan las elecciones autonómicas en las provincias vascongadas; el PNV consigue colocar a Iruin de chófer del lendakari Otegui”.

(Provincias Vascongadas, así es como yo aprendí a llamarlas cuando alguien me dijo que existía un paisajín, una especie de teatrin de guiñol, al final del Cantábrico y que, los muy grandones, se atrevían a compararlo con la Scala de Milán asturiana…¡probinos!)

Y hasta la siguiente : “El lendakari del Gobierno Vasco proclamará unilateralmente, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, la independencia del País Vasco de las siete provincias, para la que solicitará su ingreso en la institución internacional” A Abbas le salió mal; pero fue porque no estudió suficientemente a fondo el caso de Kosovo, y también porque hay demasiado petróleo en el patio trasero de su vertedero.

¿Cómo va a haber una noticia si todos sabemos lo que va a pasar? ¡Pues nada! Dale que te pego. Toda la dichosa semana con la NO NOTICIA.

Y para terminar, los mártires de Gadaffi , que nunca murieron aplastados por ejército del nota beduino gracias a Dios, aprovecharon precisamente el no haber muerto para linchar alegremente al que tenía que ser su genocida. Siempre me pregunté, de pequeño, que si unos antropófagos se revelaban contra su jefe se lo comerían. Pues mira…

¿Cuánto tiempo hace que ya sabemos a ciencia cierta quienes son y que quieren esas perlas desdentadas que ayer acabaron con las reservas de munición de un año celebrando la heroica muerte del sátrapa? A este, atrapado en una alcantarilla como amargo símbolo de la justicia eterna, un jovenzuelo parece haberle dado -“a moro muerto gran lanzada”- matarile con su propia pistola chapada en oro. Ese chico acaba de entrar en la nómina de futuros millonarios contando su conmovedora historia a algún productor de Hollywood. Que, a lo mejor, hasta es judío.

Aparte de regodearse con las atroces imágenes que los propios antropófagos no olvidaron de grabar y colgar en el trasmallo electrónico en el acto, -alguna vez tendremos que ocuparnos de esta reciente y exitosa modalidad de onanismo- ¿dónde está la noticia, una vez más?

-Elemental querido Watson. LA NOTICIA ESTÁ EN EL TITULAR.

Lo que sí espero que acabe por ser una verdadera noticia es que a nuestros gobernantes occidentales se les pase el ciego que llevan encima y se den cuenta de ¡que llega el turco! Como le pasó a Felipe II. Lo malo es que a lo mejor ya es muy tarde.

Menos mal que aun queda mucho partido, oye…

sábado, 8 de octubre de 2011

¡Maldición! ¡Soy un "maquero"!

Un desconsolado llanto denotaba la frustración, tal vez desmesurada para un alma tan pequeña como debía ser la mía, cuando mi madre depositaba de forma inconsideradamente descuidada la cuchara sobre aquel paradigma de la perfección que representaba para mí la tenue membrana satinada que se había formado en la superficie de aquella papilla, al enfriarse. Esa prodigiosa textura competía en términos de estímulo de placer absoluto, con aquel color imposible que sólo volvería a reconocer, años más tarde, en algunos tonos de amarillo lechoso que se ven en la raya del horizonte justo unos segundos antes de que salga sol.

Textura, color y sabor formaban un todo exquisito que fracasaba cuando aquella desdichada cuchara caía con un catastrófico efecto, solo comparable al producido por el pié de un estúpido adulto sobre el primoroso castillo de arena acabado de construir en la playa.

Es el recuerdo más remoto que conservo sobre mi sempiterna e incómoda obsesión por esa condición que deberían poseer todas las cosas, en mi opinión, y que es que su estado perfecto.

Su estado perfecto no significa la perfección. Eso no es más que una míserable utopía; una aspiración de conformistas sofisticados con mala conciencia. Su estado perfecto es simplemente ser como son. Se trata de aquel estado en el que están las cosas cuando decidimos si nos gustan o no.

Lo que quiero decir es facilmente comprensible en el caso ejemplar de aquellas palabras que dejan de ser como son. O sea como nos gustan.

Cuando era lo suficientemete pequeño como para creer que todavía podría llegar a aprender todo lo que había que aprender, escuché un día la palabra “moña”. Inmediatamente comprendí que se trataba de un eufemismo para evitar mencionar a la borrachera por su digno nombre. Pero lo que me llamó negativamente la atención no fué esa solución que los hipócritas suelen encontrar para defenderse de su miedo a las palabras; lo que me resultó realmente irritante fué la distorsión de una soberbia palabra como es “moño” que, al reflejarla en el espejo deformante de esos miedos, la transformaba en un pingajo léxico deforme y afeminado.

Otro tanto me ocurrió el día que dejé de pronunciar el término “moda”, sin reparar en su infame morfología. El modelo del que malvadamente hicieron derivar la palabreja, es otro monumento de la forma privilegiada de la que habla la Ley del Todo de la teoría del Gestaldt. La palabra “modo”.

Pero, como toda persona decentemente dotada de itelecto sabe, las palabras no son inocentes.

El vocablo “moda” no expresa simplemente una deformación fruto de la pereza y la inanidad intelectual de multitud de nuestros hermanos homúnculos. Eso no pasaría de ser una enfermedad leve. La “moda” nació con vocación usurpadora. Usurpadora de la voluntad individual.

No soy de los partidarios de las explicaciones basadas en supuestos complots. Es evidente que desde el nacimiento de este concepto -simultaneo a la gozosa aparición de la burguesia- han sido multitud los oportunistas que han derivado intereses más o menos legítimos del fenómeno, pero habría que ser mucho más ingenuo de lo que yo soy para creer que la moda está manejada por algún oscuro gabinete de poder. La realidad es mucho peor.

La moda es uno de esos leviatanes a los que, una vez puestos en circulación, resulta tan fácil controlarlos como devolver la pasta del dentífrico al tubo, una vez vaciado. Tiene una existencia propia, y los humanos son sus gozosas víctimas.

Pero en esto, como en todo lo demás, no hay ni rastro de determinismo. Cada cual decidirá si sabe de qué se trata y si opta por integrarse en el juego o seguir por libre.

Particularmente no creo que la moda tenga ningún aspecto positivo. Es un sistema de integración disciplinada basado en la condición de piezas indiscriminadas en un organismo ( la sociedad )de los seres individuales, fuera del cual no hay existencia posible. El grado de adaptación al mismo se valora de acuerdo con el seguimiento más o menos fiel a sus preceptos. La exclusión de la que la propia sociedad de la moda hace objeto a los seguidores torpes, los horteras, es una especie de terapia saludable que permite establecer las referencias negativas indispensables, como guía para catecúmenos.

El mecanismo de la moda es tan eficiente que ha creado modelos periféricos; los dandys, snobs, enfants térribles, malditos etc, que constituyen su vanguardia. Son miembros destacados del mismo cuya distancia a los estándares genéricos permanece constante y que representan el falso conflicto interno indispensable a toda estructura de poder que pretenda mantenerse en ejercicio.

A veces en mi intento de permanecer al margen de este fenómeno, he optado por decisiones que me parecían incontaminadas. Pero la moda es, además de infinidad de otras cosas, un fenómeno comunicativo y como tal puede absorber cualquier cosa situada fuera de sus límites con un simple titular de prensa.

El manejo de la noticia de la muerte de Steve Jobs es una de las manifestaciones más recientes de ese poder.

Adquirí mis primeros equipos Apple, dentro del cuadro de la dotación profesional de mi antigua empresa, hacia 1987. Las razones de la opción de esas máquinas entre la oferta disponible en el momento, era la adecuación incomparablemente más adaptada a nuestras necesidades concretas de los sistemas ofrecidos por McIntosh. Desde entonces hasta el momento, mi incurable pereza me ha aconsejado no cambiar de sistema, aunque solo sea por evitar un nuevo aprendizaje.

Y mira tú por donde, después de venticinco años y en cuatro días de duelo, me he enterado de que, al parecer y sin mí consentimiento, formo parte de una “tribu”. De una moda.

O sea,que a pesar de que mi música portatil la envaso en otra mochila electrónica desde mucho antes de la aparición del I-Pod de marras, y a pesar de que tengo un terminal telefónico vulgar y con botones.

Soy un “maquero”.

¡Maldita sea mí estampa!

sábado, 1 de octubre de 2011

(Malas) Noticias de Libia

Hasta ahora no me había atrevido a dibujar un contorno ni siquiera aproximado del perfil del conflicto libio. Pero empieza a haber informaciones, si se sabe buscar en la confusa chatarrería de Internet.

¿Os acordais de Irak? Las famosas armas de destrucción masiva nunca fueron encontradas. Ya. Lo que conviene recordar asímismo es que el gobierno de Sadam tuvo dos meses de respiro, graciosamente concedidos por Chirac y su palanganero Villepin, para llevar a cabo un posible truco de prestidigitación, digno del mejor Hudini. Lo digo porque en el zoco de armamento en el que se está convirtiendo Libia, y del que os daré más datos después, se han encontrado, depósitos de todo tipo de armas químicas y componentes de armas nucleares almacenados en el desierto. Restos que Gadaffi escondió a los controladores internacionales, tras su acuerdo del desmantelamiento de sus proyectos nucleares.

Pues bien, entre ese siniestro amasijo perdido en los arenales del desierto y sin vigilancia alguna, han aparecido contenedores de una sustancia muy particular: el llamado Yellowcake. El mismo que las tropas aliadas encontraron en Irak en cantidades significativas. Con el nombre de Yellowcake designan los especialistas occidentales a un producto que es ni más ni menos que un precursor altamente radioactivo del combustible nuclear. Únicamente con él no pueden producirse armas atómicas, pero sí facilmente bombas de las denominadas ”sucias”.

Y aquí es donde comienza a ser muy inquietante el escenario libio en el momento presente.

Si en Irak se pudo neutralizar y poner en lugar seguro toda la almoneda armamentística hallada el los stocks del ejercito de Sadam, es porque había tropas americanas pisando el terreno. Eso no está sucediendo en Libia, donde desde hace cuatro meses existe un mercado abierto, con oferta de todos los artefactos procedentes de los arsenales saqueados por los “rebeldes demócratas” en venta al por menor, cuyos clientes detectados hasta la hora presente por los servicios occidentales son diversas versiones de una conocida canción. Es decir, las distintas franquicias del terrorismo jihadista.

El pueblo irakí y las tropas aliadas tuvieron que sufrir tras la ocupación los ataques encarnizados de los terroristas islamistas, pero se consiguió que la normalidad democrática se fuese instalando, y en eso estamos aún. Eso no está sucediendo en Libia, por la simple razón de que no hay tropas occidentales sobre el terreno y son esos mismos islamistas quienes tienen el poder.

Y en medio de este desastre, una noticia ha saltado en los círculos de informadores que se ocupan de algo más que de acompañar alborozados la orgía de tiros al aire de los alegres rebeldes democráticos en sus dudosas hazañas liberadoras: ¡unos 20.000 misiles tierra–aire del modelo Grinch SA–24, también conocidos por la designación Igla–S, versión rusa del famoso Stinger americano, han desaparecido de los depósitos en los que estaban almacenados, y circulan por toda Libia a la búsqueda de uno o otro comprador!

Un equipo de la CNN y de la Human Rights Watch han entrado en un almacén cercano a la base de la Khamis Brigade, fuerzas especiales de Gadhafi, al suroeste de Trìpoli, donde se han encontrado con docenas de cajas de embalaje vacías de dichas armas, con etiquetas en ruso e inglés en las que se reseña su contenido : Missile 9M324. (foto).

El Director de Emergencias de la Human Rigths Watch, Peter Boukaert que dice haber visto el mismo escenario en otros polvorines saqueados, un poco por toda Libia, agrega que: ” …en todas las ciudades que he visitado, las primeras cosas que desaparecen son los misiles tierra–aire”.

La CIA proveyó de miles de misiles Stinger a los mouhaidines afganos, en la guerra contra la Unión Soviética, considerándose a menudo que el disponer de ese artefacto supuso el punto de inflexión hacia su victoria, para los llamados “freedom figthers” islamistas. Más tarde, cuando los chicos buenos empezaron a mostrar su patita de chicos malos, los americanos invirtieron decenas de millones de dolares en tratar de que los misiles restantes regresasen a casa. Inutilmente. Se sospecha que al llegar más tarde las tropas occidentales, algunas de las bajas iniciales en combate en aquellos parajes se debieron a estas armas, pintadas ahora con los colores talibanes.

¿De qué se trata en efecto? El Stinger o su versión rusa el SA–2, es un arma de guía infrarroja u óptica que se dispara desde el hombro por un soldado. Es decir, indetectable por su escasa masa y su total movilidad. Es absolutamente letal para cualquier cosa que vuele en un entorno de uno 5 Km. del tirador, y a una altura de hasta 3,5Km. Aviones de carga o pasaje, helicópteros, aviones sin piloto, misiles de crucero, etc. volando a baja cota en misiones de combate o de ayuda humanitaria, son los objetivos típicos de este misil.

Oficiales occidentales consultados por la CNN se han declarado severamente alarmados por la posibilidad de que este tipo de armas robadas de los depósitos gadafistas acaben cayendo en las manos equivocadas. Como por ejemplo las de Iran.

Los gobiernos vecinos de Niger y Chad, sospechan que muchas de estas armas ya hayan podido entrar clandestinamente a través de sus fronteras y acaben en poder de al Qaeda del Magreb. Y no son solo misiles, también hay detonadores y explosivos plásticos Sentex. El propio Buckaert recuerda a la cadena americana que: “… dos simples obuses de artillería son suficientes para construir un camión–bomba”.

Por último según la agencia Debka, se sabe de fuentes militares israelíes que el domingo 25 de Septiembre fuerzas de seguridad egipcias, actuando en base a una información de la inteligencia occidental, encontraron cerca de Ismailia contenedores vacíos de los mencionados misiles, en lo que parece ser una ruta de aprovisionamiento de Gaza desde Libia. Algunos de los contenedores encontrados tenían etiquetas en ruso indicando otro inquietante contenido: minas marinas MDM–3, del mismo tipo de las usadas por Gadhafi en los puertos libios al principio de conflicto. En calquier caso, la presencia de miembros de Hamás y Hezbolah con los bolsillos repletos de petrodólares iranís en Bengazi y mezclados con los anárquicos comandos próximos al Consejo Nacional de Transición, fué detectada hace ya meses por agentes de la CIA.

Lo dicho. Me temo que en Libia se está dibujando un escenario confuso y muy peligroso, en el que bandas terroristas y oportunistas de diverso pelaje, mezclados con delincuentes, contrabandistas y aventureros a la búsqueda de emociones fuertes, se están aprovechando del caos sin pisarse de momento la manguera y en el que una vez más los servicios de inteligencia occidentales están brillando por lo “acertado” de sus análisis, a juzgar por la volátil actitud de los gobiernos que les pagan el sueldo, que siguen convencidos del progreso de la democracia en la zona, cogidos de la mano de sus aliados fundamentalistas.

Hay demasiados invitados en esta fiesta, atraídos por el petroleo de la bodega. Pero huele a Somalia. La razón por la que nunco hubo apoyo aereo, portaviones, fragatas, tropas especiales, vigilancia satélite, ni visitas de jefes de gobierno europeos en aquel paupérrimo pais del cuerno, fue que allí no había petroleo. Pero… aun así, Libia no deja de ser una especie de Somalia. Con una estructura social tribal y nómada como dudoso recurso para empezar a articular una sociedad vertebrada, que nunca existió en ese lugar, y cuya eventual transformación en clanes armados al estilo somalí o afgano no debería descartarse.

Ojalá esa riqueza petrolera sea la solución y no el problema.

Y, a todo esto, uno solo de esos SA–2, en las proximidades de un aeropuerto, puede ser el preludio de otra tragedia. Con la simple presión de un delirio místico sobre un disparador.

Dios no lo quiera